Dikt Ciudad circular
A La hora indecisa, surge el vuelo rasante, y cruzan las paredes, que
buscan destacarse contra la tierra ocre en la ardua campiña de enredaderas
plásticas. El monte va soltando su violencia de hojas de manera
imprevista, en la vasta, insultante, algarabía del cielo. Y nos invita el
aire a continuar la altura con toda su fragante plenitud de manzana, a
soñar que se cruza, en sólo tres minutos, desde los grandes barrios
vocingleros hasta el firme molino de extramuros. Entonces quién pudiera
detener en un cuadro el veloz movimiento que confluye en el centro preciso
de la plaza con sus hartos leones vigilantes. Porque es frágil la mano en
la audaz proyección del artilugio, y la tierra que gira en un minuto entre
el pulgar y el índice, en cuanto el polvo azul busca con insistencia su
perdido nadir en el prado del cielo. Al terminar la ruta, más allá de la
alfombra de trébol y alhucema, persiste ilusionada la fogata de helio que
todavía la impulsa.