Dikt El juicio del sábado
El soldado camina a su destino por las estribaciones de la perdida iglesia
en la calle Segunda. Su padre no lo sabe por estar predispuesto contra el
lunes. Aquel responde con desgano a todas las preguntas que le interpone
el juez. El soldado, remoto en el insomnio, da vueltas y más vueltas a la
misma esperanza. No muy lejos, la gente desayuna con bizcocho de pasas y
café capuchino en el cruel restaurante de la esquina. El mes se recubre de
pasiones como ruidosos gansos en el cielo de octubre. La campana insolente
suelta tres voces rotas y una lluvia metálica empapa la vitrina. Al
unísono empiezan los tardos aguacates, huérfanos en la acera, a contar su
problema; el arroz se revela en las maduraciones del ardiente solsticio.
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