Dikt La estación infausta
Yo soy el mismo que perdió su sombra por una simple porción de lentejas.
Ahora me siento en los parques a esperar impaciente el rumor dulce de los
azulejos. Pero no puedo oírlos: mi alma está cubierta toda de nicotina. En
mis noches vacías, me arrastro hora tras horas por las salas macizas;
soñolientas alfombras amortiguan el rumor de mis pasos. En silencio me
enfrento al cortante silencio: Márgara no me espera. Sé que tarde o
temprano debo cruzar el túnel, donde tiembla mi alma cada vez que el rumor
de los autos amenaza con tumbar las paredes. A veces, sin buscarlo,
vislumbro la ciudad, abierta al otro lado como un sueño de agua. Se puede
adivinar la deslumbrante cúpula, girando para siempre junto a los parcos
techos de osmio y oropel, y el sempiterno río corriendo hacia el olvido.
Hoy ya no sé qué hacer, han borrado mi nombre de la secta, luego que me
negué a repetir con ellos el versículo 5 el 7 y el 14. nicamente sé de ese
rumor secreto llenando la ciudad y el alma que palpita, al llegar al
andén, donde ladran los perros entre latas sedientas de cerveza.