Dikt Mirada en gris
Al desconocido joven con quien nos cruzamos una
Tarde/noche de invierno en una ciudad costera
Y cuya herida mirada originó este poema.
Puede que nunca sepas la razón de este poema,
La verdad por la cual, aquella noche, hasta sus labios,
Lo salobre del mar llevó el destino de una lágrima.
Ojos que dejan huellas: la humildad penetrante
De tu mirada en gris, de una necesidad
Misteriosa y oculta, como si el pan ázimo
De tu andar sin rumbo, el amargo sabor ofreciera
A los acordes de una música existencialmente ingrata.
Parecías el cuello devorado de un cisne,
La languidez dormida de un tallo que la zarpa
De una gélida noche apartó de su cuna;
Tu andar sin destino concreto, preguntaba
Por el cálido aroma de la estrella primera.
Era un interrogante mudo, certero, que partía
De tu pálido rostro, del amarillo en gris
Con que tus ojeras arropaban – lagos verdes –
El penetrante junco de tu mirada herida.
Oírse pudo el silencio de tu nada,
El denodado esfuerzo de tu querer decir callando.
Errantes normas de caudal sumiso, arcángel
Se diría del consuelo con que las furias descomponen
A quienes los nudillos tienen de pétalos,
De brisas,
Al recurrir a la necesidad urgente de un suspiro.
Imaginé tus ansias de vivir sin vida, cargado
El peso de tu ausencia en dos alforjas,
Dulces miserias donde guardar tu hambre.
Caminabas, ¿pero hacia dónde? ¿Qué destino o qué meta?
¿Un trabajo en el sol…? ¿Una luna donde pasar la noche…?
Huellas de un reducto sin nombre e innombrado.
El poeta no tiene, no, incienso en los bolsillos,
Se diluye hacia adentro y aromatiza el ansia
De saberse integrado a la miseria…
Al amor también.
Y escribe, escribe su condena…
Por si acaso nos sirve.