Dikt MascarÓn de proa
La efigie liberada de un sueño, con sus pechos manoseados
Por el agua
Aún flota, con sus colores deslucidos en las olas que surgen
Repentinas y salobres.
Ella mantiene, sin embargo, su parsimonia como una navegante
que se ha zafado de una larga servidumbre
Y disfruta de un viaje interminable.
Así la marejada la distingue de otros cuerpos a flote
El viento huele a salina, a aromas de azahar,
Esencias de naranjo y al penetrante olor de los inciensos o perfumes de Arabia.
Un cuchicheo entre gaviotas parece despertar a la mujer nauta
Atemporal e indiferente con su figura de cariátide, de espaldas
Es un día apagado de invierno en el sur del Mediterráneo.
La veo desde la orilla de las islas de Galite frente a la vieja Cártago
Y mi vista alcanza sólo hasta donde el malecón se suaviza con el mar,
En la bruma tardía y en la penumbra de las balandras
Varadas a contraluz, en la arena
Le grito desde la playa para saber si me escucha, en griego, en noruego o en holandés antiguo
Es una propuesta de amor o una loca alucinación lo que me afana
Cuando una bandada de petreles aventura
abordar a un raudal de calamares y de peces.
¿cuántas miles de travesías lleva esta princesa de armadura vegetal?
Ella conserva su sobriedad como una musa rutilante a la deriva
Que se deleita de la navegación ya que
se ha desprendido,
hace unos siglos,
de un prolongado cautiverio en una galera romana.