Dikt SequÍa
Mientras llueven promesas electorales
y caen gritos contaminados sobre las azules cabezas
de los simpáticos ciudadanos despistados.
Mientras perecen los obreros
día a día
en agobiantes fábricas trincheras tumbas aceradas
y desaparecen niños madres maridos
en paises cuyo nombre no hace falta recordar
y nos violan los oídos – por radio y televisión –
con cálidas Canciones de amor y hamburguesas,
y en el norte las gentes se acomodan y bailan
al embrujo de licores fabulosos y fuman esquizofrenias
exclamando entusiasmados: ¡Oh, que bonita canción!
Mientras te ponen una multa por exceso de agobio
bajo el cielo ensombrecido de aviones y de miedo
al ritmo (¡cómo no!) de la consabida música
que resuena y resuena en todos los receptores.
Mientras ciertos individuos vestidos de silencio
rinden culto a la más servil hipocresía
y en rincones oscuros se beben los instintos
haciendo de la tarde un simulacro
y apilando la virtud en votos arrugados.
(En el sur sigue el hambre,
en el sur la injusticia,
en el sur el imperio de la muerte)
Yo escribo y lloro harto ya y nada consigo,
y tú lloras y escribes y tu llanto es en vano
y tus poemas gritos desbocados van al cesto de papeles
como un incendio que no prende, como un labio cerrado.
¡Oh, infinita broma de plástico!
Debe ser por eso que a veces el fumador irrecuperable y el borracho
nocturno
conversan con el yonqui de la esquina y la ya no tan lozana prostituta
de aquel ayer lejano vertiginosamente asesinado
que ya nadie recuerda que acaso nadie conoció
y elaboran un plan entre incógnitos maullidos y vapores de barrio
porque la noche porque la noche porque la noche
y el espantoso dios que nunca nunca nunca escucha
y la sequía que arrasó los corazones de los hombres.