Dikt La muerte
A Laurent Vigouroux, muerto en
Iquítos Perú, abril 24 de 1999.
Como situada en un espacio vago y remoto
la muerte se va aproximando
hasta tomarnos del brazo.
Uno puede pensar que ella es nuestra sombra o nuestro sueño,
quizás una hermana mayor
que hace mucho abandonó la casa
pero que de soslayo
sorprende con su presencia de ola
o su llanto de niña prodiga.
En la ebriedad de la noche
la muerte
con su canto de corneja,
con sus halos de oro arrojados al fuego,
nos despierta del sueño o del letargo
nos lanza hacia la calma definitiva de lo oscuro.
Entonces comprendemos
que siempre ha estado cerca
que su presencia era como el rumor de un río
bordeando la orilla de nuestra desembocadura más próxima.
Pero a la hora del abismo
A la hora del concierto fatídico
– cuando el ave Fanza canta su réquiem en el traspatio
o suenan antiguas campanas –
la muerte nos es tan peculiar
tan conocida
que la sombra impenetrable
súbita se transforma en estallidos de fuego
y la noche hórrida
en un laberinto de perfumes
en donde empiezan a florecer anémonas
en el solar distante de la otra orilla.