Dikt Los cetÁceos
Ha llegado la hora
De nombrar y enumerar a los cetáceos.
Desde el cabo de Hornos
Hasta el valle de los muertos,
Pasando por la orilla encanecida de la tierra,
Se logra percibir el rastro luminoso de la espuma
Los arapendes insondables de las olas
Ante un tránsito inigualable de ballenas.
El rebaño,
Conducido por el propio Leviatán,
Gravita cual navío
Atragantando todo lo que hierve sobre el agua.
No hay pequeño pez que se enfrente
A este promontorio de lanzas y de tierra móvil;
No hay Ismael ni Quiqueg
En todo el cosmos
Capaces de surcar las branquias de estos marineros.
¿Para qué atacar a estas portentosas naves
cuyo lenguaje se limita al juego de los canaletes
que fluctúan en el lomo
de su poderosa arquitectura?
El rebaño,
Desprovisto del cayado del zagal,
Se sumerge al unísono de su propio vuelo
Pues comenta la leyenda
Que su elemento primario no era el mar
Y que antes de perder las patas y las alas
Surcaban las ballenas las bóvedas del éter.
En inmensas manadas
De Arenques, de esturiones y tortugas
Se pasean las ballenas
Siguiendo la estela de fósforo y granizo
Que dejan sobre el mar los nantuqueses
La ballena de Groenlandia, la marsopa, el cachalote,
Disipan con sus vuelos las preguntas:
No hay nativos que atesten con su arpón a los cetáceos,
No hay cuáqueros que logren cabalgar sobre sus lomos,
No hay gavieros que icen sus banderas por el paso del noreste.
Sólo las ballenas
– infranqueables como la muralla o el cuchillo –
se hunden en el océano de Schuaima
atestadas y cabalgadas por la sal.