Dikt Sin destino terrenal
Dedicada con cariño a Don Alfonso Corral García
quien fue administrador de la aduana fronteriza
durante dos décadas.
Es una paz que acaricia
La del anciano que espera
Más que un destino en la tierra
Una espiritual delicia,
Que es la otra vida que inicia
Con sello de eternidad;
Donde no existe maldad
Ni ambición desenfrenada,
Fallas que aquí fueron nada
Pues vivió sin vanidad.
Intuye feliz jornada
De fantasía divina,
Que a su alma alegre ilumina
Y, con prontitud ansiada,
Será su meta alcanzada
Después que logró colmar
Una vida singular,
Que mucho la disfrutó;
Y como ya culminó
Llegó el tiempo de marchar.
El trayecto a recorrer
No le impacta ni lo arredra;
Lo siente a un tiro de piedra
Cansado de envejecer
Y de esquinas trasponer.
Presiente que en este plano
Competitivo y mundano
Ya nada queda pendiente,
Y sólo apunta su mente
A su destino cercano.
El destino espiritual
Que a su puerta toca fuerte
Y que anuncia con la muerte
Que el paso a dar no es final.
Sabe que el tiempo eternal
Espera del otro lado
Y que su premio ganado
Es paz y mejor futuro,
Porque tendrá de seguro
A Dios mismo como aliado.
MEMORIA:
Don Alfonso fue fiel a sus convicciones de miembro de la masonería. Al haber convivido con él a veces hasta tres veces por semana durante sus últimos 15 años de vida, aprendí de él muchas cosas interesantes. Nació en 1899 en los días finales del Siglo XIX, trabajó hasta avanzada edad todo el Siglo XX y murió en Agua/Prieta, Sonora en el año 2000, apenas en los primeros meses del Siglo XXI, por ello decía ya no tener un destino terrenal, después del privilegio de vivir en tres siglos. Fue hijo de modesto matrimonio formado por Don Ramón Corral Verdugo y Doña Asunción García de Tehuatepec, Oaxaca, donde nació. Formó tres familias con sendas esposas, la última de ellas con Doña Josefina Cantú Isea a quien tuve el gusto de conocer también. A ambos me los presentó su hijo Raúl Enrique por cuya muerte en plena juventud y siendo yo su amigo, de manera caballerosa una vez jubilado el 22 de Septiembre de 1971 don Alfonso me pidió ser su amigo y lo fuimos por más de 30 años, en los que departimos conversaciones de toda índole especialmente de poesía. A pesar de andar en sus años 90’s me grabó de memoria con su voz algunos poemas que aprendió en la escuela siendo niño, los cuales aún conservo. Fue un convencido de la reencarnación, pero debido a su última que duró 101 años en tres diferentes centurias, decía no tener ya un destino terrenal. De entonces son estos versos que a él dedico.