Dikt Confesión de parte
Cuando llega la hora de brincar al escenario, lo más difícil es
hacerlo con el argumento equivocado.
En esta obra los parlamentos del «padre» volaron del papel bajo
los efectos de una ráfaga feroz. Así que el lector no debe ocuparse en
buscarlos, salvo perfilados en aquellos diálogos en los que «hija» o
«hijo» muestren algún vestigio de estima por sí misma.
Como la madre decidió cegarse, lo mismo que «padre» exigió
silencio, aunque por otros motivos. En este caso, búsquese toda
referencia a Dios y al becerro de oro, ambos terrenos abrevan en el
mismo barro.
Las menciones a los roperos como locaciones posibles, son
literales, lástima que casi hayan caído en desuso. Las lunas
multiplicadas en el piso todavía son un efecto óptico y familiar.
Por todo lo anterior, no se juzgue mal a quien lee «miedo» donde
debería colocarse la palabra «amor»; es un efecto, por decirlo de alguna
manera, bíblico, consecuencia de haberse estrellado a tan temprana edad
(y frontalmente) con el prójimo.