Dikt Sefarad 1492
Veremos el sendero, o el arenal desde la orilla de la playa,
Al rozar con mi piel la luz y la sombra de mi urbe,
Las demarcaciones despobladas de la barriada
En que nacimos, casualmente
Ocurrirá la traición y tendrá la vivacidad de tus sentidos
Y no habrá redención irrevocable ni en Sevilla, ni en Toledo
Para que el atrevido atormentado fragüe su fuga
Y en las noches serenas bajo la luna, espere afligido
Tu llegada
Los que me vieren no darán cuenta de mi melancolía
Porque / en verdad / quedaré solo en esta diáspora
Miraré el camino, o las dunas desde la borde de la costa
Al acariciar con mi tez el resplandor y la oscuridad de Córdoba,
Los umbrales desolados de mi descendencia.
Qué maldad monstruosa negarme el pan y el agua
Cuando huía entre desfiladeros y barrancas
La señal de los augurios que escucharon los viejos sefarditas
En devota nostalgia
Para ser perseverantes a la tradición y a la metáfora.
La fatalidad se afianza en la fea muchedumbre
Que nos persigue e intenta darnos caza
Como un bulto pestilente que alguien tira en la quebrada
¿Por qué agonizan aquellos que predican la Torá?
Si todo individuo tiene derecho a un rincón donde tirar sus huesos
Se cumplirá la infamia y poseerá la sagacidad de tu olfato
Y no poseerá la virtud de cambiar la ofensa ni en Sevilla, ni en Toledo
Para que el osado hostigado forje su huida
O tenga la legitimidad de un suelo.