Dikt Casa de infancia
Estival atardecer de nubes enlucidas
Herido por la triste melancolía del infinito,
Pasas demasiado de prisa ante mi pequeño palco de praderas y arcoiris.
Húmedas plantas desnudas entre el barro dueño de mis miedos
Al resplandor de la luna en la noche silvestre de la tormenta,
No busquen asilo en las hojas flotantes de los almendros
O en las piedras amargas que desmayan ante la próxima muerte,
Abríguense en sus primeros amores de inmenso fango
Entre sapos saltadores y ligeros arroyos.
Lejana fortuna, preciosa cumbre azul a la vista de este hombre de otro tiempo,
He aquí lo que queda después del barro alucinado:
Una especie de alma y corazón de música miserable,
Un canto simple y largo perdido en la gruta encerada,
Un rito esperando la tentación de una memoria embriagante,
Un inalterable laberinto abrumado en las ruinas de su antiguo palacio,
Un comediante sumido en su fortaleza de locura,
En su amado árbol de ramas rotas.
Inocente ilusión, gloria radiante, mar apacible que atesoras la calma del alba,
Hoy no gobierno los sonrosados territorios de tus rostros distantes,
Hoy te pienso desde el musgo y el acantilado,
Calzado con estribos y tormentas,
Deshidratadísimo y agridulce.
Sello del silencio que aguardas el relato prisionero,
Heme insalvable, anclado, desvanecido,
Como la antigua bruma en su barco fantasma.
No te adelantes hijo del mundo
No desesperes el breve encanto de tu cielo crisálido,
Tus ojos son un bulevar provisto de feéricos viajes,
De hongos azules y cárdenos hechizos.
Levanta tus sentidos antes del alejamiento definitivo
Y la era desdorada.
Tiembla de infancia,
Capullo en cristal de agua y lodo,
Candor inolvidable de profunda mañana,
Tiembla de infancia.